domingo, 9 de agosto de 2009

Vampiria 2 Capitulo 6

Me quedé mudo, no sabía que replicarles, era algo que no me hubiera esperado jamás. La mujer a la que amaba y tuve que matar era la hija de ese maldito vampiro. Empezaba a comprender ese sueño, lo de matarla otra vez se refería a matar a alguien de su misma sangre, de su familia. Estaba furioso, me mandaban matar a su padre aprovechándose de mí, los muy cerdos quieren utilizarme, y por su culpa, tendré que enfrentarme a mi pasado.

- ¿Y bien, aceptas la misión?
- Si, la acepto, pero la llevaré a mi manera, ¿entendido?
- De acuerdo - respondieron mientras se levantaban de sus asientos - Se acabó la sesión, todos fuera de aquí, menos tú, Kira, quédate un momento.

En pocos segundos la sala quedó completamente vacía, exceptuando a los 6 sabios y a mí. Los sabios se dirigieron al fresco que se encontraba a su espalda.
- Kira, acércate.

Caminaba lentamente, muy desconfiado de lo que querrían de mi estos carcamales. Los 6 sacaron una llave cada uno, y las introdujeron en unas muescas que había en la base del grabado. Las giraron, y una puerta se abrió donde estaba representado Edward. Uno de ellos entró, y al momento salió portando una espada. La empuñadura era de oro, con forma de cruz, y una hoja grisácea, un poco tosca, pero parecía de gran calidad.

- Esta es la espada que llevaba Edward Van Hellsing en su batalla con Clauthor. Llévatela, te será útil, brilla cuando hay un vampiro cerca.
- ¿Cómo ahora?

La espada empezó a brillar suavemente. El sonido de gritos llegaba desde el exterior de la sala. De un fuerte golpe la puerta se abrió de par en par, y un vampiro entró volando velozmente hacia los viejos.
- Malditos viejos, os mataré en nombre del conde Clauthor - gritaba el vampiro enseñando sus afilados colmillos y sus garras de ave carroñera.

Sin pensármelo 2 veces cogí la espada,. me quité la chaqueta, y se la lancé al vampiro, que se le enganchó en la cabeza, dejándole a ciegas. Cuando se pudo quitar la chaqueta de la cara ya era tarde, y se golpeó contra la pared, cayendo pesadamente al suelo un poco aturdido. Me acerqué a él, mirando como ese asqueroso ser tumbado en el suelo intentaba incorporarse. Sin darle tiempo siquiera a moverse, empuñé la espada y se la clavé en el pecho, desapareciendo en segundos el vampiro entre el polvo.

- Veo que vuestra seguridad no es lo que era, deja mucho que desear. Yo ya me marcho, ya tendréis noticias mías.

Recogí mi chaqueta y la funda de la espada, y me marché, dejando atrás a los sabios. Tras pasar la puerta, todos los que estuvieron en la reunión se agolpaban formando un pasillo para verme pasar. Unos me miraban sorprendidos, otros con cierta envidia, incluso noté miradas de odio, seguro que muchos de ellos eran considerados el mejor hasta mi llegada, y no les agradaba la idea, este mundo es muy competitivo, a pesar de tener que mantenerlo en la sombra, pero ese ya no era mi problema. A los pocos minutos me encontraba fuera de la iglesia, y fui a la estación de tren. A la entrada de la estación, el hombre que me había ido a recoger al aeropuerto se encontraba de pies con un maletín en la mano.

- Tome, este es otro regalo de los 6 sabios. Suerte con la misión.

Abrí el maletín, y en él había una ballesta, flechas, y varias estacas. Lo cerré, y al alzar la vista, el hombre ya no estaba. Entré en la estación, y cogí el primer tren que salía hacia Katmandú. El viaje transcurrió lentamente, muchas cosas tenía en mi cabeza y no podía quitármelas. ¿Qué haría cuando llegara?¿Por dónde empezaría a buscar? Demasiadas preguntas que requerían una respuesta, y que por desgracia no conocía.

Finalmente llegué a mi destino, bajé del tren, y observé a mi alrededor. Nevaba mucho, y el frio te llegaba hasta los huesos. Estaba perdido en la ciudad, y estaba seguro que allí no se esconderían. Vagué buscando una forma de salir de la ciudad, y al cabo de un rato ya estaba a las afueras, y mediante un poco de mímica, un hombre me señaló el camino que llevaba a las montañas, que era mi principal objetivo, y ya cuando llegara decidiría que hacer después. Estaba atravesando un oscuro bosque, que a pesar de la nieve, estaba envuelto en oscuridad por la gran cantidad de árboles que se entremezclaban. En las sombras se ocultaban lobos, escondidos entre la flora, con su mirada clavada en mí, esperando su oportunidad para asaltarme y saciar su hambre. Vi como se adelantaba entre ellos uno más grande, con unos colmillos enormes, y una mirada penetrante, observándome atentamente. Clavé mi mirada en sus ojos, sin apartar la vista, como si estuviésemos hablándonos mediante ese intenso intercambio de miradas. Finalmente el lobo agachó la cabeza, dio media vuelta, y marchó, y le siguieron todos los demás. Respiré aliviado, y envainé la espada que me dieron los sabios, la tenía empuñada por si acaso.

Tras varias horas de viaje, a lo lejos divisé un pequeño pueblo. A medida que me acercaba, la nieve parecía cesar de caer. Era un pequeño pueblo rural, aislado casi por completo de la civilización. Las casas eran unifamiliares, hechas por completo de madera, salvo alguna que estaba hecha de piedra. En el centro de la ciudad había una pequeña plaza. Entré en el pueblo, y todos los habitantes me miraban extrañados y con miedo, me parece que hace tiempo que no tenían visitas. De repente una campana empezó a sonar, y al escucharla, todos corrían hacía las casas, presas del pánico.

- Vienen 2, vienen a matarnos - gritaban aterrorizados.
- ¿Quienes vienen? - preguntaba sin obtener respuesta alguna.

Desenvainé la espada de su funda, y vi que brillaba. Sonreí levemente, si había vampiros por aquí quiere decir que no debo estar muy lejos del castillo de Clauthor. Los vampiros lanzaban bolas de fuego contra las casas mientras sobrevolaban la ciudad. Con la espada en la mano me dirigí corriendo a la plaza. Al llegar salté sobre uno de ellos que volaba muy bajo, y le corté una de las alas. Mientras caía gritaba de dolor, alertando así a su compañero, que cambió de rumbo y se acercaba hacia mí rápidamente. Saqué la ballesta que me habían dado en Budapest y le disparé a las alas, cayendo al suelo al lado de una de las casas.

- Maldito seas, pagarás lo que me has hecho - decía al que le corté una de las alas.

Se abalanzó sobre mí, y en un rápido movimiento lo esquivé girando. A la vez que giraba, del cinturón cogí una de las estacas que llevaba, y se la clavé en el pecho desde la espalda suya, convirtiéndose en polvo antes de caer al suelo. Agarré otra de las estacas del cinturón, y miré hacia el otro vampiro, que estaba intentando quitarse las flechas que le había disparado. Alcé el brazo, y le lancé la estaca, clavándosela en el pecho antes de que pudiese echar a volar de nuevo, desapareciendo casi al instante. El brillo en la espada desapareció por completo, ya no había peligro. La envainé, y observé que poco a poco la gente asomaba tímidamente por las ventanas, y algunos se acercaban al lugar de los hechos.

- Idiota, no sabes lo que acabas de hacer - gritaba uno.
- Si, ahora vendrán más, nos has condenado - decía otro.

Todo el mundo empezó a abuchearme, insultarme, incluso me tiraban piedras. No entendía nada, les acababa de salvar la vida, y ellos se quejaban.

- Callaos todos - ordenó una voz grave entre la multitud.

La gente se fue separando, y apareció un hombre bajo, de avanzada edad, con el poco pelo que tenía de color blanco, y con una nariz que destacaba bastante.

- Lamento que se hayan portado así contigo, al fin y al cabo acabas de salvarnos la vida. Me llamo Ranko, soy el alcalde de este pueblo.
- Yo soy Kira, y solo estoy de paso.

CONTINUARÁ

P.D: la verdad es que pretendía que fuese más largo este capítulo, pero no tengo tiempo para que sea más largo, iba a ser casi el doble de lo que es ahora, asi teníais lectura para rato, jeje, pero bueno, espero que con esto os llegue durante mi ausencia.
Y como diría Terminator: VOLVERÉ, jaja.

1 comentario:

  1. ay, y yo que pense que este seria el final de la historia... cuantos trocitos nos quedan mas??

    Muy bien ambientado y descrito!

    te veo en nada!!

    salu2

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