viernes, 23 de octubre de 2009

Alcanzando una meta

Cuanto tiempo sin poder escribir, lo he echado de menos, aunque la verdad es que últimamente no he tenido demasiadas ideas sobre las que escribir, pero no ha sido solo eso por lo que no he podido dedicar mi tiempo al blog, es que simplemente no he tenido tiempo alguno, ya que he andado muy liado, no por el curso, ya que ha eso ya estoy acostumbrado, fue realizando un sueño que empezó hace 4 años.

Me encanta el deporte en general, pero en especial, el balonmano, muy arraigado en León, es lo que tiene la publicidad del Ademar, y en su momento me planteé la posibilidad de crear un club, pero la tuve que desechar casi de inmediato, me faltaban medios, contactos, y muchas cosas.

Hace 2 años un amigo mio se planteó la misma posibilidad, y decidimos unirnos y poder realizarlo. Tramitamos los papeles necesarios, y al cabo de unos meses de espera(es lo que tiene la burocracia), el club se había creado oficialmente. Este fue el primer paso, pero no el definitivo, ya que a pesar de tener el club fundado, no había jugadores para formar un equipo, así que tuvimos que renunciar temporalmente a dicho sueño.

Pero este año ha sido definitivo. A causa de alguna desilusión, y de otras circunstancias, se ha juntado bastante gente, y por fin se ha podido crear un equipo para participar en la liga. Estoy acabando el papeleo, pero esta casi hecho, y por fin veo que se ha cumplido un sueño, una meta que me propuse alcanzar, y que por fin, gracias al esfuerzo de muchos, lo he alcanzado. Son 11 años jugando a balonmano, y ahora puedo hacerlo en un equipo que puedo considerar mio.

Solo me queda agradecérselo a todos los que han invertido su tiempo en llevar esto adelante, y una moraleja para todos, que con tiempo y esfuerzo, todo se puede alcanzar.

viernes, 2 de octubre de 2009

Vampiria 2 Capitulo 7

Tras presentarnos me invitó a su casa, que era una de las pocas de piedra. Entramos en ella, y había un gran salón, con sillas hechas de madera y una mesa enorme en medio, alumbrado todo por una chimenea que emitía mucha luz y calor. Nos sentamos en la mesa, y de una de las habitaciones salió una mujer con una niña pequeña agarrada fuertemente a su pierna, temerosa de asomar la cabeza.

- Estas son mi mujer y mi hija, te tienen un poco de miedo porque no están acostumbradas a las visitas.
- ¿Hace mucho que tenéis problemas con vampiros? - pregunté no haciendo mucho caso a lo que había dicho.
- Hará un mes más o menos que empezaron a aparecer esos seres. Jamás habíamos creído en ellos, pensábamos que eran un cuento, pero eran reales. Cada cierto tiempo nos atacan para alimentarse, es la primera vez que no ha muerto nadie. Debemos estarte agradecidos.
- ¿Y de dónde vienen los vampiros?
- Vienen del noroeste, de entre las montañas. Por esa zona hay un castillo abandonado, suponemos que vienen de allí.
- ¿Y sólo vienen a matar a algunos aldeanos para alimentarse?
- Bueno, la primera vez que vinieron apareció uno distinto a los demás, parecía que le tenían miedo incluso los propios vampiros, y nos robó una espada con una gran joya incrustada, pero desde entonces no ha vuelto a bajar ese vampiro ni robar nada más.
- Con esto es suficiente por ahora. ¿Podría quedarme a dormir esta noche aquí? Es que no tengo otro sitio donde ir, y al resto de los habitantes no parece que les caiga muy bien.
- No te preocupes, quédate el tiempo que necesites.
- Mañana mismo me iré, no quiero ser una molestia.


Tras esto, el salón quedó vacía, solamente permanecía yo, inmóvil en mi silla, mirando pensativo el fuego de la mirada, divagando sobre todo lo que me acababa de contar Ranko. ¿Para qué quería el conde Clauthor esa espada?¿Qué tenía de especial?¿Era esa joya que la adorna lo que deseaba? Demasiadas preguntas en mi cabeza como para poder responderlas a todas. Tras observar durante unos instantes las brasas, me levanté y fui a mi cuarto. Constaba de una pequeña cama con una mesa y una vela encima de ella. Me recosté, y pocos segundos después me quedé profundamente dormido.

Al día siguiente seguía nevando, pero con menos fuerza. Me levanté al amanecer y empecé a preparar la bolsa para el viaje al castillo. Me dirigí al salón, y vi al alcalde junto al fuego de la chimenea, con la mirada perdida entre las brasas. En cuanto me oyó se giró, cambiando su semblante por completo.

- Buenos días, ¿has dormido bien? – me preguntó mientras rebuscaba por los armarios algo para desayunar.
- Buenos días. Pues he dormido estupendamente, no me puedo quejar. Muchas gracias por haberme acogido.
- No hay nada que agradecer, más te agradecemos nosotros que nos salvaras de esas bestias.

Tras esta breve conversación empezamos a desayunar. En pocos minutos había terminado, y volví a mi cuarto a terminar de prepararlo todo. Cerré fuertemente la bolsa, me puse mi larga gabardina negra, y me dirigí a la puerta de la casa. Atravesé la puerta, y me vi rodeado por los habitantes del pueblo, mirando incrédulos como me marchaba del pueblo, asegurándose que me iba de allí y que no volvería más. Formaron un pasillo humano hasta la salida noreste del pueblo. Caminaba callado, no hablaba ni miraba a nadie, estaba centrado en lo que tenía que hacer, y a dónde tenía que ir. Salí del pueblo, y me dirigí a las montañas en busca del castillo en el que podía encontrarse Clauthor. Perdí la noción del tiempo, no sabía cuanto tiempo había estado andando entre las montañas, sólo me preocupaba llegar a mi destino. El cielo estaba totalmente cubierto, por lo que los vampiros podían andar a sus anchas sin tener miedo de que les diese la luz del sol, habían sido muy listos escogiendo el sitio donde vivir.

Por fin estaba llegando al castillo, entre la nieve se empezaba a distinguir una gran fortaleza oscura pegada a la ladera de la montaña, parecía que había sido esculpida en la misma montaña. Estaba en la cara sur de la montaña, por lo que apenas le daba el sol cuando salía. Estaba hecho de enormes bloques de piedras ennegrecidas por el paso de los años, cubiertas por capas de musgo que le daban un aspecto aún más tétrico. La torre principal estaba flanqueada por tres torretas algo más pequeñas, de las cuales una estaba medio derruida. Me acercaba sigilosamente al castillo, procurando no llamar demasiado la atención. No parecía haber ningún vampiro allí, ni un ruido, nada, estaba todo en absoluto silencio. Era difícil creer que pudiera haber alguien en este lugar, pero preferí no fiarme de las apariencias y continué avanzando cautelosamente.

Atravesé el gran portalón que daba entrada al castillo, y entré en el edificio principal. Aparecí en un enorme salón, con muchas ventanas, pero con los cristales rotos, y con un techo muy alto. A ambos lados del salón había unas gigantescas columnas que soportaban el peso del techo. Avanzaba escondiéndome tras las columnas, sin dejar huella de mi paso por allí. De repente oí unos pasos que avanzaban por el salón. Me quedé inmóvil, esperando a que cesasen, pero me podía la curiosidad, y con mucho cuidado asomé la cabeza para ver quien era. Vi la espalda de una chica jovencita, con el pelo corto y rojizo. Salí de mi escondite y me dirigí hacia ella rápidamente, para que ningún vampiro advirtiera de su presencia.

- Ten cuidado – empecé a decirla mientras la cogía de la mano para esconderla – este sitio es muy peligroso, está lleno de vamp

No pude articular palabra, me quedé totalmente mudo. Observaba la cara de esa chica, y esos ojos rojos que tantos recuerdos me traían. No podía ser, estaba frente a mi amor, pero eso era imposible, la maté hace mucho tiempo, y no puede ser que sea una persona exactamente igual a ella, ella era única. De repente noté un fuerte golpe en la nuca, desplomándome sobre el suelo inconsciente

CONTINUARÁ