lunes, 15 de marzo de 2010

Vampiria 2 Capitulo 9

Recogí las últimas cosas de la habitación y salí en busca de Clauthor. Estaba encerrado en una de las torres, y tuve que bajar un montón de escaleras. Llegué al edificio principal, y no sabía por donde empezar a buscar. Sabía que el ritual para liberar al dragón era en el sótano, pero no sabía donde estaba. Tomé un largo pasillo que me llevaba ante una puerta negra.

Entré y descubrí un enorme ataúd muy ornamentado con joyas, con figuras talladas. Cerca de él había una pequeña palestra, con un libro, en apariencia bastante antiguo, abierto encima. Al parecer estaba en cuarto de Clauthor, y era posible que ese libro sea en el que pone todo lo que él me dijo del dragón. Me acerqué al libro y empecé a hojearlo. Pasé páginas para atrás, y vi que todo lo que me había contado Clauthor era cierto. En el libro indicaba el lugar exacto, y como ordenar las espadas, y ponía que era muy peligroso despertarle de su letargo. Ponía que solo podían despertarlo los vampiros, ya que ellos fueron sus creadores, y necesitaban el poder vampiro para revivirle, es decir, sacrificar a vampiros. Por eso Clauthor había reunido a tantos vampiros aquí, los necesita para su sacrificio, y seguro que ellos no saben nada. Eso es demasiado cruel, incluso para Clauthor. La buena noticia es que el dragón no puede estar expuesto a la luz de la luna llena, y por suerte, hoy era luna llena.

Cerré el libro con rabia al no encontrar nada para detener al dragón, pero la contraportada no se cerró. Observé que la contraportada era un poco extraña, y al tocarla noté que tenía doble fondo. Saqué un cuchillo que tenía enfundado en el cinturón y quité la parte interior de las tapas, que era de cuero. En ese pequeño hueco encontré un papel un poco amarillento por el paso de los años, y había escrito un par de líneas.
“El dragón es una amenaza para la existencia humana, incluso más que los propios vampiros. Para detenerlo, busca en su nido las respuestas que requieres”
No comprendía muy bien lo que querían decir esas palabras, pero por lo menos ya era una pista de cómo detener al dragón, por lo menos interpretándolo literalmente.

Cerré el libro totalmente, salí de la habitación y me dirigí al gran salón, y allí tomaría otro camino, con un poco de suerte será el correcto para llegar al sótano. De repente se empezó a escuchar unos extraños cánticos, sonidos muy tétricos y espeluznantes que provenían de otro pasillo, aún más largo que el anterior. Sin más demora tomé ese pasillo y lo recorrí rápidamente, con la esperanza de poder llegar a tiempo y evitar una catástrofe. Al final llegué ante una pequeña puerta, de donde venían los cánticos cada vez más fuertes. Tragué saliva, y sin dudarlo ni un momento entré. Bajé unos estrechos escalones en espiral, y otro estrecho pasillo. Tras el pasillo aparecí ante una gigantesca sala, sin ningún tipo de ornamento, al fin y al cabo me encontraba en un sótano. Había un camino pegado al muro, y al final una escalera que bajaba a una especie de foso muy ancho, en el que había un montón de vampiros alrededor de una piedra gigantesca de forma esférica. Un poco alejado de ellos se encontraba Clauthor, que estaba situando las 3 espadas que había robado en unas extrañas muescas. Tras esto se alejó aún más del resto de los vampiros.

Pocos segundos después un brillo de un tono violeta atravesó de lado a lado la sala, rebotando en la pared y dirigiéndose a las espadas. Atravesó las tres joyas, variando en cada tramo su color, y de la última joya el rayo se refractó contra el techo, y desde ahí cayó formando un círculo alrededor de la piedra, quedando los vampiros atrapados en su círculo. Pronto todos empezaron a brillar en un tono verde fluorescente, gritando de alegría, pero pronto esa alegría se transformó en dolor, gritos desgarradores que te atravesaban el alma, e instantes después explotaron todos. Líneas verdes aparecieron en la roca, asemejándose a venas y arterias, como si la piedra empezase a tener vida. Empezó a sacudirse la tierra, un pequeño terremoto marcaba el comienzo del fin. El terremoto paró, pero unos sonidos graves y fuertes, como golpes de un bombo, inundaron la sala. Eran los latidos del corazón del dragón, que ansiaba salir de su largo letargo, deseando sembrar el terror en la Tierra. Los latidos eran cada vez más fuertes, casi ensordecedores, y todo cesó.

Un silencio sepulcral inundó el lugar, no me atrevía a respirar para no romper esa quietud. Miré a Clauthor, y le vi un gesto de impaciencia, de agobio al ver que no salía su arma secreta. Yo respiraba aliviado al ver que había sido una falsa alarma, además, ya tenía el camino libre para matar a Clauthor. Me disponía a salir de mi escondite cuando una explosión gigantesca proveniente de la roca me hizo cambiar de idea. Todo estaba lleno de polvo, no se distinguía nada. Poco a poco se fue aclarando el lugar, y me quedé boquiabierto.

CONTINUARÁ

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